lunes, 8 de febrero de 2010

PESADO COMO EL PLOMO

Retomo el tema del cambio climático, acuciado por mi amigo bloguero "HOMO VIATOR", del que no discrepo tanto como parece, a tenor de su última entrada y sobre todo a tenor de mi inseguridad en casi todo.

Voya transcribir unos párrafos del libro de Bill Bryson "Una breve historia de casi todo", éstos referentes al plomo-en-casi-todo para ilustrar dos cosas: una, la "sensibilidad" de los poderosos y lo que son capaces de hacer pase lo que pase con la "Humanidad", el Planeta o el mismo Universo, si se tercia (y puede que esté a punto de "terciarse"), y otra, la misma capacidad real y no teórica o de opinión de hacer que pase algo e la Humanidad, el Planeta (léase Clima) o lo que se tercie. Vale, puede que, de momento, el planeta no se entere del plomo liberado, al fin y al cabo, pesa mucho y vuelve pronto al suelo (aunque a menudo tenga que pasar antes por nosotros)... pero sale algo más que plomo.

(Las ilustraciones las busqué en la red, el libro no tiene)

Sobre el plomo, en el capítulo 10 del libro, leemos:

"A finales de la década de los cuarenta, un estudiante graduado de la Universidad de Chicago, llamado Clair Patterson (que era, a pesar de su nombre de pila, un campesino de Iowa), estaba utilizando un nuevo mé­todo de medición con un isótopo de plomo para intentar determinar la edad de la Tierra de una vez por todas. Desgraciadamente, todas sus mues­tras de rocas acababan contaminadas... en general muy contaminadas, además. Casi todas contenían unas doscientas veces más plomo del que cabía esperar. Patterson tardaría muchos años en comprender que la ra­zón de esto era un lamentable inventor de Ohio llamado Thomas Middley, hijo.


Middley era ingeniero y el mundo habría sido sin duda un lugar más seguro si se hubiese quedado en eso. Pero empezó a interesarse por las aplicaciones industriales de la química. En 19z1, cuando trabajaba para la General Motors Research Corporation en Dayton (Ohio), investigó un compuesto llamado plomo tetraetílico (conocido también equívo­camente como tetraetilo de plomo) y descubrió que reducía de forma significativa el fenómeno de trepidación conocido como golpeteo del motor.


Aunque era del dominio público la peligrosidad del plomo, en los pri­meros años del siglo xx podía encontrarse plomo en todo tipo de produc­tos de consumo. Las latas de alimentos se sellaban con soldadura de plo­mo. El agua solía almacenarse en depósitos recubiertos de plomo. Se rocia­ba la fruta con arseniato de plomo, que actuaba como pesticida. El plomo figuraba incluso como parte de la composición de los tubos de dentífri­cos. Casi no existía un producto que no incorporase un poco de plomo a las vidas de los consumidores. Pero nada le proporcionó una relación mayor y más íntima con los seres humanos que su incorporación al com­bustible de los motores.


El plomo es neurotóxico. Si ingieres mucho, puede dañarte el cerebro y el sistema nervioso central de forma irreversible. Entre los numerosos síntomas relacionados con la exposición excesiva al plomo se cuentan la ceguera, el insomnio, la insuficiencia renal, la pérdida de audición, el cáncer,' la parálisis y las convulsiones. En su manifestación más aguda produce alucinaciones bruscas y aterradoras, que perturban por igual a víctimas y observadores, y que suelen ir seguidas del coma y la muerte. No tienes realmente ninguna necesidad de incorporar demasiado plomo a tu sistema nervioso.


Lo que Patterson descubrió fue que antes de 1923 casi no había plo­mo en la atmósfera y que los niveles de plomo habían ido aumentando constante y peligrosamente desde entonces. A partir de ese momento, convirtió la tarea de conseguir que se retirase el plomo de la gasolina en el objetivo de su vida. Para ello se convirtió en un crítico constante y a me­nudo elocuente de la industria del plomo y de sus intereses.


Resultaría ser una campaña infernal. Ethyl era una empresa mundial poderosa con muchos amigos en puestos elevados. (Entre sus directivos habían figurado el magistrado del Tribunal Supremo Lewis Powell y Gilbert Grosvenor de la National Geographic Society.) Patterson se en­contró de pronto con que le retiraban parte de los fondos con que finan­ciaba su investigación o que le resultaba difícil conseguirlos. El Instituto Americano de Petróleo canceló un contrato de investigación que tenía con él y lo mismo hizo el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, un organismo oficial supuestamente neutral


Patterson fue convirtiéndose cada vez más en un problema para su institución, y los miembros del consejo de administración del Instituto Tecnológico de California fueron objeto de repetidas presiones de direc­tivos de la industria del plomo para que le hiciesen callar o prescindiesen de él. Según decía en el año 2.000 Jamie Linconl Kitman en The Nation, ejecutivos de Ethyl se ofrecieron presuntamente a financiar una cátedra en el instituto «si se mandaba a Patterson hacer las maletas ». Se llegó al absurdo de excluirle de una comisión del Consejo Nacional de Investiga­ción que se creó en 1971 para investigar los peligros del envenenamiento con plomo atmosférico, a pesar de ser por entonces indiscutiblemente el especialista más destacado del país en plomo atmosférico.
Para gran honra suya, Patterson se mantuvo firme. Finalmente, gra­cias a sus esfuerzos, se aprobó la Ley de Aire Limpio de 1970 y acabaría consiguiendo que se retirase del mercado toda la gasolina plomada en Estados Unidos en 1986. Casi inmediatamente se redujo en un 8o % el nivel de plomo en la sangre de los estadounidenses./ Pero, como el plo­mo es para siempre, los habitantes actuales del país tienen cada uno de ellos, unas 625 veces más plomo en sangre del que tenían los que vivieron en el país hace un siglo. La cuantía de plomo en la atmósfera sigue aumentando también, de una forma completamente legal, en unas cien mil toneladas al año, procedentes sobre todo de la minería, la fundición y las actividades industriales. Estados Unidos prohibió también el plomo en la pintura de interior «cuarenta y cuatro años después que la mayoría de los países de Europa », como indica McGrayne. Resulta notable que no se prohibiese la soldadura de plomo en los envases de alimentos en el país hasta 1993, pese a su toxicidad alarmante.
En cuanto a la Ethyl Corporation, aún es fuerte, a pesar de que la General Motors, la Standard Oil y Du Pont no tengan ya acciones de ella. (Se las vendieron a una empresa llamada Albermarle Paper en 1962.) Según McGrayne, Ethyl seguía sosteniendo aún en febrero de 2oo1 «que la investigación no ha conseguido demostrar que la gasolina plomada constituya una amenaza para la salud humana25 ni para el medio am­biente». En su portal de la red hay una historia de la empresa en la que no se menciona siquiera el plomo (ni tampoco a Thomas Midgley) y sólo se dice del producto original que contenía «cierta combinación de sustan­cias químicas».
Ethyl no fabrica ya gasolina plomada, aunque, de acuerdo con su balance de la empresa del año zoo', todavía hubo unas ventas ese año de plomo tetraetílico (o TEL, como le llaman ellos) por el importe de 2.5.100.000 dólares en 2000 (de un total de ventas de 795 millones) más que los 24.100.000 dólares de 1999, pero menos que los 117 millones de dólares de 1998. La empresa comunicó en su informe que había decidido «maximizar los ingresos generados por TEL aunque su utilización siga descendiendo en el mundo». Ethyl comercializa TEL en todo el mundo mediante un acuerdo con Associated Octel Ltd. de Inglaterra."

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