martes, 2 de agosto de 2011

ESTEIRO: TRÁGICA CRÓNICA DE UN PATÉTICO SUCESO




-Buenos días, perdonen la molestia, ¿no tendrán uds. un cargador nokia? Es que me he quedado sin batería en el móvil

-Antonio, ¿tenemos cargador Nokia?

-Creo que casualmente sí que tengo un cargador nokia, espere que lo compruebo...Efectivamente, lo tengo.

-Entonces ¿le traigo el móvil y me lo pone a cargar, si es tan amable?

-Muy bien.

Y dicho esto, la extraña mujer, vaqueros y camisa azul, se dirige a la punta del muelle a buscar el móvil. Entra en el coche y pasan dos o tres minutos hasta que vuelve a salir, desanda entonces los 100 m hasta la casa y se lo entrega a la señora de la casa, que se lo pasa a su marido, que lo pone a cargar.

-Pues cuando usted vea, vuelve a por él, mientras nosotros vamos a comer, pero ya oiremos ladrar al perro.

-Papá, a esa señora le pasa algo.

-¿Qué le va a pasar?

-No sé, pero no se encuentra mal. Parece mareada, o angustiada o yo qué sé. Pero no está bien, te lo digo yo.

El hombre va a ver si ya están las sardinas a la brasa en su punto, mientras la niña observa el muelle.

-Ay, mamá, esa mujer se va a caer al muelle. Ay, ¿por qué se arrima tanto?

-¿qué le pasará?

Pero el coche, que se había arrimado temerariamente al borde del muelle, da marcha atrás, da media vuelta, parece que va a buscar un lugar más apropiado mientras espera por el móvil. Pero entonces, suavemente, gira a un lado y se acerca de nuevo peligrosamente al borde, lentamente, como si fuese solo...

-Otra vez, ¡y no para! ¡Se va a caer!

Muy lentamente, el coche arrima el morro y continúa un poco más, las ruedas sobrepasan el límite físico del cemento, entre los gritos de madre e hija, el hombre de las sardinas oye un golpe seco seguido de otro enorme como de una sorda colisión.

Los gritos de madre e hija son de pavor, cuando el hombre se asoma al muelle ya su mujer está saliendo, sin dejar de gritar, la hija ha cogido un teléfono

- ¿Qué número, papá, qué número es!!!?

- ¡El 112, 112!

- No me lo cogen

- Insiste, coge el móvil, yo llamo desde otro

Efectivamente, el 112 no contesta al fijo. Al móvil sí, la niña grita los datos, nerviosa pero con claridad: lugar y suceso:

-¡Acaba de caer un coche al agua con una mujer dentro!

-A ver, tranquila, espere un momento

...(en espera)

-Coche caído al agua con mujer dentro, corran, manden ayuda

-Un momento

...(desesperante segunda puesta en espera)

-A ver, repítame

Mientras la chica repite los datos por tercera vez, en el muelle su madre está ya en el borde del muelle, al borde también de un ataque de nervios

-Ayuda, ayuda!!!

Su marido piensa que ya no habrá nada que hacer, que el ahogamiento es muy rápido y la profundidad mucha, no podría abrir la puerta, la mujer debe estar ahogada ya

-¡Está saliendo!¡Está viva! ¡Socorro, socorro, ayudad, ayudad!

Bracea convulsivamente llamando la atención de quien pueda verla.

Cuando su marido llega, llega también un hombre rana que salía del agua y acudió a los gritos de la mujer.

La imagen es patética: la mujer está tendida sobre boca abajo sobre el coche, que está volcado con las ruedas hacia arriba, a las que ella se agarra con desesperación, los brazos ensangrentados, el cuerpo casi sumergido sobre el chasis que sí está sumergido.

El rana no lo duda y baja por la escala metálica y se tira y se sujeta el coche y agarra del brazo a la mujer. El otro, que estaba indeciso, se decide entonces, entre los dos podrán ayudar eficazmente, reprochándose interiormente no haber considerado que la marea está en su punto más bajo, así que sí podría haberse intentado algo desde el primer momento, pero menos mal que no ha sido fatal su falta de reflejos, porque aquí está la pobre víctima y ahora la vamos a salvar.

Casualmente aparece un pequeño yate con dos hombres, uno se lanza también al agua, ahora somos tres.

Lo primero es asegurarse de que no hay nadie más en el coche. Se le pregunta varias veces y ella siempre contesta que no hay nadie más. La creen. Quizás deberían comprobarlo, pero no se les ocurre mirar. La verdad es que la señora llevaba unas horas por el muelle y playa y estaba sola.

Dice que está mareada, que se quiere morir, que llamemos por su móvil a su mamá, que tiene frío.

-Déjenme aquí, salgan ustedes

-A ver, mujer, apóyate en este flotador y te ayudamos y salimos los tres.

-Tengo mis cosas en el coche

-Luego se sacan las cosas. Ahora salgamos nosotros, venga, que el agua está muy fría.

Se acerca el yate, dificultosamente se apoya en el flotador y los hombres la acercan al barco y al segundo intento, se la consigue ayudar a subir al yate, cuando llega una ambulancia con una sola persona a bordo, el conductor. Increíble, pero cierto.

Poco después, pero mucho después si la víctima requiriese primeros auxilios vitales, llega más personal sanitario y policial.

Las sardinas ya están frías. No importa, porque ya no tenemos hambre. Poco a poco, las pulsaciones de todos se van decelerando. Hoy la siesta será un duermevela sobresaltado.

p.d. Todavía estoy temblando

1 comentario:

  1. Es como para no volver a comer sardinas una buena temporada.
    Estas cosas te dejan el cuerpo y el alma desbaratá, ya lo creo...

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