ESTAS que aquí veis, expuestas en la Catedral de Santiago, dicen que son las que Almanzor se llevó a Córdoba, a hombros de santiagueses, a finales del primer milenio (997) y que Fernando III el Santo, dicen, recuperó 250 años más tarde (1240) e hizo traer por cordobeses. Cousas veredes.
Fue en el verano de 997. ALMANZOR (Muhammad Ibn abi-Amir) asoló Santiago de Compostela, después de que el obispo Pedro de Mezonzo evacuara la ciudad. El día 10 de agosto llegó ante la “orgullosa ciudad de Santiago”, abandonada por sus habitantes y saqueada inmediatamente por los invasores, que destruyeron sus monumentos, murallas e iglesias excepto la tumba del Apóstol, en la que Almanzor puso guardias para protegerla: quemó incluso el templo prerrománico dedicado a Santiago, pero respetando su sepulcro. Esto permitió la continuidad del Camino de Santiago. La leyenda cuenta que los prisioneros cristianos cargaron con las campanas del templo de Santiago hasta Córdoba y que, al parecer, hicieron el camino de regreso dos siglos y medio más tarde, por prisioneros musulmanes cuando Fernando III, el Santo las recuperó para la cristiandad.
Además de las campanas del santuario,entre los despojos conseguidos por el cordobés figuran seda brocada en oro, paños finos, pieles preciosas, y las puertas de la ciudad. Todo un repertorio de símbolos. Las campanas con que los cristianos convocaban a las ceremonias de su religión estaban destinadas a alumbrar la mezquita cordobesa, el recinto sagrado de la fe contraria, y la madera de las puertas tras las que los compostelanos creían parapetarse se utilizarían en el artesonado de las nuevas naves de ese mismo edificio. Además el hachib se llevó la arena blanca y brillante que podían transportar dos bestias de carga para colocarla bajo el almimbar construido por al-Hakam II, que era entonces el califa omeya de Córdoba (que era rubio casi pelirrojo, como eran rubios todos los omeyas, cousas veredes! Quizás por ser hijo de una rubia cristiana -Maryam- y quizás por eso le gustó tanto la castellana-vasca Aurora, a quien la puso o dejó poner nombre masculino -Subh- y con quien tuvo dos hijos,el segundo de los cuales sería sucesor Hisham II, en cuyo califato el poder real lo ostentó el Almanzor de nuestras queridas campanas y de su querida, dicen también, Subh-Aurora)
Qué queréis que os diga: adoro la raza mora, su cultura y su valor, su ciencia y su arte, su historia, que es la nuestra, su pasado, que es el nuestro, su raza, que es la nuestra.
Como botón de muestra, leeros la biografía del califa mencionado, Al-Hakam II, y me comprendereis.
Qué queréis que os diga, aborrezco, sí, como el pajarillo, las culturas que permiten enjaular. Pero ese es otro tema, me parece
Debajo de este Santiago "matamoros" -anacronismo donde los haya-(a veces pienso que con la reconquista nos pasó como con la guerra de la Independencia, pero ese también es otro cantar) quiero leeros este
poema de MANUEL MACHADO: ADELFOS
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
-soy de la raza mora, vieja amiga del sol-,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el ama de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos! Gloria... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven
y que jamás me obliguen el camino a elegir.
¡Ambición!, no la tengo. ¡Amor!, no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!...
Y acabo con esta flor para homenajear a las esposas y madres navarras de los califas omeyas: la flor del endrino, abruño en galicia, que ya está brotando, como veis, aunque aún no brotan las hojas, que así es él. Ya sabréis que con las endrinas (abruños), sus frutos, se elabora allá en Navarra el riquísimo patxaran, con anís. En Galicia, licor de abruños, con aguardiente.
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