lunes, 18 de marzo de 2013

Diario de un inútil


Me despiertan a las 10, que es viernes: hay mercadillo en Muros (también lo hay el martes, pero somos de viernes) ¿no tenías que ir al médico?
Vamos a “la Villa”. día ventoso pero soleado, una delicia. Compro el certificado y el médico me lo firma sin problemas ("Apto para pesca submarina").
La multa por pescar sin licencia puede ser de 1000 euritos, las armas y hasta el traje. Donde yo nado todos los días, delante de casa, está prohibida la pesca submarina incluso con licencia. Pero un amigo me dice que cuando tenga licencia me lleva en el barco a un buen sitio.
Paseo por el pueblo mientras Ella visita los tenderetes. Por cierto, casi todos son de gitanos de toda la vida, trabajadores, simpáticos y queridos.
Me cruzo con bandadas de estudiantes, exalumnos míos, que vuelven de la presentación en el instituto (el tutor les da los horarios y eso es todo, amigos).
Todos me saludan con alegría, con buen rollo, hasta con cariño. Son mi mejor homenaje, y el único, pero para qué quiero más.
De entrante “la mujer que cocina para mi” prepara unos berberechos al natural y unas gambas a la plancha. Una delicia gallega.
Por la tarde, siesta con la mujer que lo hace conmigo. Tendré que dormir después.
Más tarde conseguiré imprimir los billetes del viaje a Fez.
No está el día apacible, sigue ventoso, pero voy a nadar. Sin fusil, pero con una bolsita por si acaso cae algo, que ayer cogí una buenísimas ostras y una centolla (están en veda, soy un maldito furtivo) que aún no estaba en su mejor momento, eso será para octubre. Pienso que no voy a ser capaz de no coger otra si la veo. Pero no la veo, mejor. Sí que veo una ostra enorme (ver foto). 

Pero lo mejor es el paseo. No llevo plomos, por la ciática, pero llevo traje y gafas de buceo, voy nadando despacio, observándolo todo. Es el segundo placer más grande que tengo en la vida. Aunque es menos apasionado que el otro, es igual de intenso y es más duradero su orgasmo. Es sencillamente indescriptible las sensaciones nadando sobre inmensos bancos de miles de alevines de varias especies, que no terminan nunca de pasar a veces, otras veces son poco numerosos, se quedan debajo inmóviles, creyendo que soy un objeto flotante protector. De repente aparecen tres magníficas lubinas, impresionantes, que se sitúan en los flancos del banco, que se junta debajo mía, una ataca por una banda, pero yo les doy miedo, mantienen la distancia y terminan yéndose. 
Poco más adelante, estando casi inmóvil observando unos pequeños panchos, aparecen por debajo y en mi misma dirección, a unos palmos, otras dos preciosas lubinas. Me digo, que pasaría si llevase el fusil, estiro suavemente el brazo hacia ella, que se separan prudentemente, agito apenas el brazo como lo haría para apuntar, y desaparecen. Por doquier aparecen enormes muxos (no se cogen, que se alimentan de porquería y somos lo que comemos. Los muxos que viven en el exterior de la ría, casi en la costa abierta, sí se aprecian), algunos miden medio metro y más, siempre tardan en percibir mi proximidad, el otro día hasta toqué a uno con la mano, y cuando se dan cuenta, se asustan muchísimo y vuelan. Hoy no ví chopos, una maravilla de la ingeniería biológica, pero ví pintos y maragotas...cuando estoy en ese mundo me olvido completa y absolutamente (toma redundancia!) de este, y sólo el cambio de luz y de temperatura me recuerda que tengo que ir saliendo.
Hago una última suave inmersión y al subir corta mi trayectoria (y mi respiración si no estuviese bajo el agua) una sombra fantasmal que desciende delas 10 a las 4...¡Es un cormorán!

 Vaya susto que llevamos los dos: él interrumpe su inmersión y se eleva torpemente, cuando asomo yo la cabeza le veo elevando el vuelo, aún las palmeadas patas “corriendo” sobre el agua.

Cuando llego a casa, la mujer que vive conmigo se está preparando para una cena con sus "amigotas". Me quedaré sólo. Viene bien un rato de soledad de vez en cuando.
Cuando marcha, pongo en marcha mi plan: Me prepararé la ostra, una buena ensalada completa con tomates y manzanas de la huerta, dos huevos fritos y la compañía de la cadela y de fondo la tele de la cocina, para no manchar el salón.
Empezamos bien: la tele no tiene señal. Pondré la radio y me sale la SER con un debate sobre la expulsión de gitanos en Francia, me van a amargar la cena.
No me resisto a disfrutar de mi espléndida ostra. La abro con algún trabajo, la vianda también grande, más de lo que a mí me gusta en las ostras, así que la parto en dos. Anda, no hay limones, voy a robar uno al vecino. De vuelta recuerdo que no he regado, pongo un aspersor y con las prisas me riego yo, así que tengo que cambiarme y secarme y volver a empezar. Abro una cervecita, me devoro la ostra y me percato de que he manchando un montón de cosas que tendré que fregar: cubiertos, cuchillos, tablas, trapos, platos..., anda, tengo que cambiar la manguera de sitio. La cambio y me tengo que volver a cambiar yo también, porque he vuelto a empaparme.
Preparo la ensalada, añado aceitunas rellenas, cebolla, la cebolla está en la nevera, y para cerrarla tiro de una bandeja de la puerta, que había limpiado el otro día y dejé mal sujeta, me cae al suelo, se rompe un frasco de harina y otro de mayonesa, me paso la siguiente media hora limpiando el suelo y maldiciendo mi suerte. Tengo la manguera abierta, la huerta está empapada, yo cabreado. apago todo. Pero tengo hambre, no perdono los huevos, los hago en la plancha, que me parece más fácil de fregar que la sartén, se me pegan los malditos huevos, los revuelvo y se vuelven a pegar, los comeré bien revueltos, la sal cuando están en el plato, que me olvidé. Ceno. He manchado tropecientos cubiertos y platos y fuegos y suelos y manteles. Voy a ver el correo, los respondo deprisa y corriendo, viendo a mis "sobrinos” de Madrid (pero no del Madrid todavía, mecachis), me cambia la cara y me olvido de los cristales rotos que aún quedan por el suelo y que piso al volver a la cocina y que termino de barrer, mañana aspiraré.
Tenía que repasar la contabilidad, quería ver una peli, pero YA SON LAS 12 y veinte, así que me voy a estirar a la cama y como la tele sigue sin señal, pondré la radio en la mesilla y un libro, y me quedaré en vela hasta que vuelva la mujer que duerme conmigo.
Mañana será otro día

5 comentarios:

  1. El homenaje de tus alumnos lo mejor de todo ¿verdad? pero ¡nunca hubiera creído que fueses un furtivo; estoy totalmente indignado. Si sólo con bucear ya es suficiente para disfrutar ¿qué es eso de sacar cuando está vedado? luego no hay bichitos y nos quejamos...
    Salu2

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    1. Eu qué culpa teño, se elas, as centolas, me provocan... ún non é de pao, carallo!!

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    2. Yo examino a la centolla, y si tiene las uñas de señorita no me la llevo a la olla.

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  2. Vaya stres de día, de todas formas Amado ya sabes:
    Ome que cena centola non dorme ben si non ...
    Pues eso,
    Saludos

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    1. Las gallegas le llaman folla a la hoja... oye, qué fodones están ustedes estos días, será la primavera que llega

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