En Verona, no le toqué las tetas
a Julieta...
(que es lo que todos hacian!)
Ni el hocico
al porcellino
en Florencia...
(liso lo tiene de tanta caricia!)
¡No fuí en góndola
(y todas se me ofrecían)
No enderecé yo la Torre en Pisa:
(¡qué risa:
se enderezó ella solita!!)
y volví sin un coral
(me gustan más en la mar)
Me gusta Italia a más no poder y desde luego ni se me ocurre tocar ninguna obra de arte y me enfado cuando alguien compra pendientes o collares de coral rojo. Aquí en Málaga hay una etnia que es muy aficionada a llevar pendientes de ese coral y en todas las joyerías son abundantes para lucirlos en la feria.
ResponderEliminarLa verdad que, creo yo, si vas a un sito a hacer lo mismo que todo el mundo, a hacer las mismas fotos que todo el mundo estas viviendo lo mismo que todo el mundo, entonce... ¿que tiene de gracia que vayas a Italia?, si vas a hacer lo mismo lee una buena guia del lugar y te ahorras un buen puñado de euros...
ResponderEliminarEfectivamente, Flores. Una buena guía o un buen documental de Loneley Planet con Ian Wright como cicerone.
ResponderEliminarRelataba un viajero empedernido (no diré su nombre porque sé que no es santo de la devoción de algunos) que en cierta ocasión, en Tanzania, en lo más alto del cráter del Kilimanjaro, donde reina el silencio y no se ve un alma, y donde uno llega a sentir que todo le pertenece, que es el rey, de pronto subió un grupo de turistas norteamericanos entre los que se encontraba, ni más ni menos que... ¡Chelsea Clinton! La hija de los Clinton, y Clinton ella también. Menuda depresión le entró a nuestro protagonista. No se puede estar a salvo de los turistones ni en el mismísimo infierno.