Estuve una vez más en Cataluña. Y por primera vez en Gerona. (Y volveré también a Gerona. Y volveré a beber una cerveza en L'Angelot)
Tengo una larga historia con Cataluña. Es una historia de amistad, de amor y de amores, pero como este no es un blog "rosa", os ahorro los detalles.
Lo que sí puede ser de general interés es mi testimonio, cuya veracidad compruebo cada vez que vuelvo allá, de lo inmerecido de la mala fama del carácter catalán. Una y otra vez tengo que relacionarme con gente catalana: en las tiendas, en la calle, amigos y desconocidos... Una y otra vez no encuentro más que amabilidad, cortesía, solidaridad, generosidad...
Una y otra vez compruebo que no usan el idioma como frontera ni muro. Es muy raro que se expresen en catalán conmigo, porque se percatan enseguida de que no soy catalán y me hablan en castellano.
Siempre hay alguien que empieza hablándome en catalán, aunque noten que yo hablo castellano, porque piensan que aunque sea castellanohablante, también entenderé catalán; en cuanto ven que no es así, se pasan sin problema al castellano. A veces, para que se den cuenta, les respondo yo en gallego, e inmediatamente mi interlocutor se pasa al castellano. Es una anécdota aislada que, curiosamente, se repite en cada viaje en situaciones distintas.
Una y otra vez compruebo también que en Barcelona debe haber casi tantos andaluces como catalanes, exagerando algo, pero no demasiado. Y qué a gusto se les ve vivir en Cataluña!
Como ya comprobé el año pasado (después de 30 años de mi anterior viaje) el paisaje humano se ha salpimentado con muchos pieles negras, inmigrantes subsaharianos, claro. Y personalmente me resulta agradable el contraste. Como agradables en el trato fueron conmigo las veces que hablé con alguno de ellos.
Y de nuevo me ha vuelto a molestar, como en tantas ciudades, la presencia de tantas mujeres ataviadas con pañuelos, velos, chilabas... ¿he dicho molestar?, pues no es el verbo más adecuado, no es molestia estrictamente, es... ¿lástima, compasión?... no sé, vaya, cómo expresarlo. En definitiva, he vuelto a recordar las polémicas por los velos islamistas en la Francia... y he vuelto a admirar a los franceses, y a envidiarlos por tener gobiernos así desde hace tanto tiempo, por vivir en un país cuya enseñanza es, por ley, laica. Cuyos lugares públicos, por ley, no pueden ser compartidos por grupos sexistas, machistas... Ojalá se propague el ejemplo, ojalá se extienda a las calles, ojalá, desapareciendo los velos, desaparezca la discriminación, el fanatismo, la imposición.
Viva el pensamiento libre y muera el que no piense como yo.
Tengo una larga historia con Cataluña. Es una historia de amistad, de amor y de amores, pero como este no es un blog "rosa", os ahorro los detalles.
Lo que sí puede ser de general interés es mi testimonio, cuya veracidad compruebo cada vez que vuelvo allá, de lo inmerecido de la mala fama del carácter catalán. Una y otra vez tengo que relacionarme con gente catalana: en las tiendas, en la calle, amigos y desconocidos... Una y otra vez no encuentro más que amabilidad, cortesía, solidaridad, generosidad...
Una y otra vez compruebo que no usan el idioma como frontera ni muro. Es muy raro que se expresen en catalán conmigo, porque se percatan enseguida de que no soy catalán y me hablan en castellano.
Siempre hay alguien que empieza hablándome en catalán, aunque noten que yo hablo castellano, porque piensan que aunque sea castellanohablante, también entenderé catalán; en cuanto ven que no es así, se pasan sin problema al castellano. A veces, para que se den cuenta, les respondo yo en gallego, e inmediatamente mi interlocutor se pasa al castellano. Es una anécdota aislada que, curiosamente, se repite en cada viaje en situaciones distintas.
Una y otra vez compruebo también que en Barcelona debe haber casi tantos andaluces como catalanes, exagerando algo, pero no demasiado. Y qué a gusto se les ve vivir en Cataluña!
Como ya comprobé el año pasado (después de 30 años de mi anterior viaje) el paisaje humano se ha salpimentado con muchos pieles negras, inmigrantes subsaharianos, claro. Y personalmente me resulta agradable el contraste. Como agradables en el trato fueron conmigo las veces que hablé con alguno de ellos.
Y de nuevo me ha vuelto a molestar, como en tantas ciudades, la presencia de tantas mujeres ataviadas con pañuelos, velos, chilabas... ¿he dicho molestar?, pues no es el verbo más adecuado, no es molestia estrictamente, es... ¿lástima, compasión?... no sé, vaya, cómo expresarlo. En definitiva, he vuelto a recordar las polémicas por los velos islamistas en la Francia... y he vuelto a admirar a los franceses, y a envidiarlos por tener gobiernos así desde hace tanto tiempo, por vivir en un país cuya enseñanza es, por ley, laica. Cuyos lugares públicos, por ley, no pueden ser compartidos por grupos sexistas, machistas... Ojalá se propague el ejemplo, ojalá se extienda a las calles, ojalá, desapareciendo los velos, desaparezca la discriminación, el fanatismo, la imposición.
Viva el pensamiento libre y muera el que no piense como yo.
Mis experiencias con Cataluña no son demasiado buenas, debido a que fueron por cuestiones de trabajo.
ResponderEliminarCreo que la cuestión en Cataluña, y en otros sitios, es mas un problema de políticos que de gente normal. Al comun de los mortales le importa bien poco que el 10% (o el que toque) de las peliculas estén dobladas al catalán o que no, si están posiblemente vayan a verlas y si no pues a verlas en castellano o en BSO, que para todo hay.
Preciosa tierra por lo visto, ya t digo que poco.
Saludos
Por cierto, en relación al velo y lo demás, cuando salgo de España dicen:
ResponderEliminarDonde fueres haz lo que vieres...
Esa es la cuestión: que aquí ellos no hacen "lo que ven", o sea, que siguen con sus velos "culturales" (infraculturales, diría yo). En fin, que su religión es tan respetable como cualquiera, pero otra cosa son sus "costumbres": las que aquí hemos superado,de las quenos hemos librado tras siglos de luchas y penalidades, porque son opresoras, represoras, especialmente para con las mujeres...esas costumbres no me parecen tan respetables. Donde vengas, hazlo que veas, habría que decirles: Velos fuera, bienvenidos y bienvenidas a la libertad.
ResponderEliminarEl otro día recibí un correo donde se veían todos los tipos de pañuelos, velos, y demás ropones tipo "burka" que emplean estas mujeres. Por Madrid llama la atención ver a las parejas -o tríos, ¿os habéis fijado que al hombre le suelen acompañar generalmente dos mujeres con un bebé que caminan retrasadas un metro de distancia?- parejas, digo, con el hombre calzando zapatillas Nike, vaqueros, y camiseta también Nike, mientras que a la mujer solamente se le pueden ver los ojos. El mismísimo Ben Laden podría esconderse tras esas ropas y ya a nadie le importaría... Alianza de civilizaciones, le llaman algunos. Lástima y compasión, dice Amado, y yo me sumo.
ResponderEliminarLo curioso del caso es que el uso del pañuelo es, en realidad, una costumbre pre-islámica que ha perdurado hasta la actualidad. Parece ser que el Profeta no lo ordenó... pero no me voy a levantar ahora a mirarlo. En cualquier caso, si bien el uso del pañuelo está considerado como "progresista" en algunos círculos islámicos, por cuanto permitía a la mujer salir de la casa y tener vida social al margen de la aldea, no cabe duda de que bajo nuestros parámetros "democráticos" deberíamos lograr erradicarlo en la próxima generación. Para ser más efectivos: que lo hagan por voluntad propia. Como diría el "simpático": que caiga como fruta madura.
Sobre Cataluña y los catalanes... ¿habéis reparado en el hecho de que "Cataluña" es "Castilla"?... El provenzal "chatelan" + sufijo de territorialidad "-ia" nos dan la misma palabra: "Chatelania", es decir: tierra de castillos. Castilla.
ResponderEliminarPor otro lado, Amado, es normal que no tengas problemas con los catalanes. Yendo sin prejuicios lo normal es que te vean como a alguien normal. Y normalidad es lo que buscamos todos ¿no?. Hace ya algunos años, antes de la celebración de unas elecciones a la Generalitat el diario EL MUNDO publicó una encuesta encargaga a Demoscopia que arrojó unos resultados la mar de curiosos:
A la pregunta de cómo se ve a los catalenes en el resto de España la respuesta fue: tacaños, egoístas, presuntuosos, discriminatorios...
La siguiente pregunta era cómo se ven los catalanes a sí mismos. Respuestas: amables, hospitalarios, trabajadores...
En definitiva, no creo equivocarme cuando pienso que todos los pueblos se ven a sí mismos como lo "mejorcito de la huerta". Y además es que lo son, qué caramba, pero por desgracia el estereotipo funciona a pleno rendimiento en nuestra piel de toro. Y estereotipo, recordémoslo, es igual a inseguridad.